Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1883-1884 (Cortes de 1881 a 1884)
Sesión: 17 de diciembre de 1883
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 2, 15-16
Tema: Alocución al ocupar la Presidencia del Congreso

El Sr. PRESIDENTE (Sagasta): Hace mucho tiempo, Sres. Diputados, el bastante para que el pelo de mi barba haya encanecido, y empiece a encanecer el de mi cabeza; hace mucho tiempo que tuve la honra de ocupar este elevado sitial, en el que hoy, como entonces, por benevolencia ajena, que no por propio merecimiento, me veo de nuevo encumbrado. Pero si no es esta la vez primera que soy objeto de tan alta distinción, como la vez primera, embarga toda mi gratitud, y como la primera vez, me siento pequeño ante su grandeza; que hay distinciones que, aunque repetidas, de puro grandes parecen siempre nuevas, y en realidad son siempre superiores a los merecimientos del que tiene la fortuna de alcanzarlas. La gratitud, pues, tanto como el deber, me obliga a responder al inmenso honro que de vosotros recibo, y que tanto debe halagar a quien crea merecerlo, con aquella imparcialidad y aquella rectitud en el desempeño de las funciones de este cargo, que a todos por igual os son debidas; cosa verdaderamente fácil en este sitio, porque así como desde la cima de la alta montaña no se distinguen los accidentes de la llanura, así yo desde la eminencia en que me habéis colocado no puedo distinguir ni amigos ni adversarios; no veo más que representantes de la Nación, investidos de iguales derechos y sujetos a los mismos deberes. (Bien, bien.)

Para garantizar los primeros y hacer cumplir los segundos, el Reglamento será mi guía; mi única fuerza vuestro apoyo, que espero confiado me habéis de otorgar siempre que me sea necesario, en bien de las discusiones parlamentarias, cuya cortesía y cuya templanza os recomiendo con todo encarecimiento, no tanto para que facilitéis así la misión que me habéis confiado, como para hacer fecundas y patrióticas vuestras futuras deliberaciones, y sobre todo para salvar la autoridad y el prestigio del Parlamento español, manteniendo la dignidad y el esplendor de su tribuna a la altura en que siempre se han encontrado, y que por fortuna no ha sido hasta ahora por ninguna otra superada.

Grande es vuestra misión, Sres. Diputados, en esta legislatura. Un interés superior al interés de los partidos, el interés de las instituciones, el interés de la Patria, exigen que todos, lo mismo los que formamos en las filas de la izquierda que los que militan en las de la derecha, lo mismo liberales que conservadores, hagamos sacrificios en aras de grandes y patrióticas conciliaciones, tan necesarias para la marcha ordenada y regular del sistema representativo, como fáciles de conseguir, si prescindiendo todos un poco del espíritu de partido, por lo común egoísta y exigente, cedemos algo de nuestro empeño y nos inspiramos sólo en el bien de la Monarquía y en la ventura de este nuestro querido pueblo, digno de mejor suerte.

A este gran espíritu de concordia, en que todos debemos inspirarnos, puede contribuir en mucho lo fecundo del asunto que ofrece a vuestra actividad la promesa que hemos escuchado de los augustos labios de S. M., de que su Gobierno presentará a vuestra deliberación y someterá a vuestros votos diferentes e importantes proyectos de ley; porque sin negar yo, ni mucho menos, la gran importancia de las cuestiones esencialmente políticas, que aquí se discutirán sin duda con extensión, y en lo que de mí dependa sin dificultad, es lo cierto que cada período de la historia de un pueblo ofrece sus peculiares exigencias y presenta sus especiales necesidades, a cuya satisfacción deben acudir con más urgencia y con mayor empeño los Cuerpos Colegisladores.

La reforma en la organización de nuestro ejército de mar y tierra, dando a la fuerza pública aquel asiento que necesita para ser brazo de la nación, garantía del orden y defensa de los intereses sociales, al mismo tiempo que amparo y seguridad de las instituciones; el remedio a los males sociales que en todas partes se siente; la simplificación y mejoramiento de nuestra administración y de nuestra Hacienda; el fomento de nuestros intereses materiales, asuntos todos son que por interesar en este momento al reposo y a la prosperidad del país, así como también al bien y a la grandeza de la Monarquía, reclaman del fruto de vuestros estudios de las lecciones [15] de vuestra experiencia y de la luz de vuestros consejos, preferente e inmediata resolución.

Yo, con la autoridad que me da el puesto que acabáis de conferirme, me atrevo a aconsejaros que deis a estos arduos problemas de la cosa pública toda la preferencia que merecen, y que en su examen y acuerdo procedáis, más que como hombres políticos, como españoles, que ante todo y sobre todo quieren procurar a la familia, a la sociedad y a su Patria aquel reposo y aquella confianza, sin los cuales es imposible de todo punto la dicha del país.

Tiempo tendréis después, Sres. Diputados, en esta y en las sucesivas legislaturas, salvo siempre la Regia prerrogativa, para emplear vuestra sabiduría y vuestro patriotismo en el estudio y resolución de todas aquellas cuestiones que hayan de completar el organismo político, dentro del cual han de moverse con todo desahogo y alternativamente, según lo exijan las necesidades públicas, las fuerzas progresivas y las fuerzas conservadoras de la Monarquía española, dando así término feliz a una campaña parlamentaria práctica, fecunda y provechosa. He dicho. [16]



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